La asociatividad es uno de los pilares de los agronegocios. Tengamos esto siempre muy presente. Sin embargo, en estos tiempos este concepto aún se confunde con las antiguas cooperativas agrícolas. Hoy las pequeñas y medianas empresas se asocian, cooperan voluntariamente, pero mantienen su independencia.
Pero, ¿en qué se diferencian las asociaciones actuales con las viejas formas cooperativas? En la actualidad las agrupaciones son flexibles, autónomas y voluntarias, y lo más importante, actúan como una estrategia empresarial. No obstante aparece otra pregunta ¿para qué asociarse? Muy simple, beneficios mutuos. Por un lado, se disminuyen los costos y permite acceder a nuevos mercados, y por otro, contribuyen a proveer una oferta exportable viable.
Una pregunta más ¿cuáles son las ventajas? Principalmente financieras, organizacionales y comerciales. Hay que mencionar que facilita el acceso al financiamiento, al intercambio de información y tecnología, permite la capacitación conjunta y genera poder de negociación. Una interrogante final ¿cuáles deberían ser nuestros objetivos? Consolidar la oferta exportable, priorizando la calidad de los productos en busca de establecer una marca colectiva.
Es bueno saber que cada día más emprendedores forman consorcios, alianzas y asociaciones de productores. En conclusión, fortalecer la asociatividad beneficia el desarrollo de las oportunidades de negocio. Hoy el éxito comercial está acompañando a espárragos, mangos, cítricos, paltas y uvas. Y se está consolidando en los casos del café y cacao. Lo ideal es que cada cadena productiva desarrolle su propia forma de asociación. Ardua tarea, necesidad impostergable.
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