Desde hace unos años se viene dando un fenómeno muy particular, una feria gastronómica convoca a propios y extraños. Algunos por simple curiosidad, otros por conocedores, todos han evidenciado que el boom de la gastronomía ha calado en el sentir popular. Se viene consolidando la idea que la gastronomía, el turismo y los agronegocios deberían ser socios estratégicos.
Sin embargo, lo más valioso de este evento ha sido la gran oportunidad que hemos tenido de tener contacto con los pequeños productores, que actuando de manera anónima luchan diariamente por preservar nuestros recursos naturales. Ellos, especie de guardianes de nuestra biodiversidad, han tenido la oportunidad de mostrar su trabajo, un arte poco reconocido, pero que hoy tienen una oportunidad única para salir adelante.
Nos debe quedar claro que estos eventos deben servirnos para aprender a valorar nuestra biodiversidad. Hoy se ha premiado al mejor café, cacao, ají, quinua, papa y chirimoya, esto constituye un tributo a nuestros recursos. Pero también podríamos haber honrado a la mejor lúcuma, guanábana, kiwicha, tarwi y un etcétera de cerca de un centenar de productos. Hay que revalorar lo nuestro y estas ferias ayudan a su difusión.
Cada uno de nuestros productos es una oportunidad de negocio. El éxito del mismo debería basarse en la diversificación de nuestra oferta exportable. Habría que buscar mercados muy específicos como aquellos de productos étnicos o gourmet. No obstante, lo más importante esta en apoyar a nuestros pequeños productores, que asociándose pueden ser competitivos. Emprendedores allí está la secreto del éxito.
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